Raymond B. Mondcrieff ID

El joven de mirada vacía, de sonrisa vaga, de andar ausente. Raymond siempre pudo ser descrito como alguien inteligente, con los pies en la tierra y mente práctica. Leal solamente a sí mismo, hará lo que sea mientras le sea favorable, sino no cuentes con su presencia. Tiene la capacidad de decir lo que piensa sin ningún problema, aunque sabe cuando es el momento perfecto de callarse la boca. Cuidadoso, nunca va a actuar sin haberlo pensado dos veces ni tampoco va a meditar demasiado sobre algo que no le convenza desde el principio.

Hombre de pocas palabras, humilde, pero sobre todo honesto; nunca podrás dudar de su palabra si él jura que está diciendo la verdad. Con los suyos, es un hombre protector, cariñoso e incluso atento. Con los que no le interesan, ni siquiera se molesta en mirarlos. Es bastante prejuicioso y cree que la mayoría de las personas son egoístas, inútiles e inmaduras. No confía en el ser humano y cree que cada vez se vuelve más despreciable, así que no le interesa incluir nuevas personas a su círculo social.

Es egocéntrico por donde se lo mire, cree que siempre tiene la razón y es prácticamente imposible discutir con él, porque va a buscar quedarse con la última palabra siempre que pueda. Caprichoso y extremista, la clase de persona que preferirías como amigo a enemigo, porque puede llegar a ser temible. Vive del sarcasmo, lo disfruta y se alimenta de él.

El vaso siempre está medio vacío y es casi imposible conseguir agua hoy en día para llenarlo. Si vive un día más, es porque no puede pensar en dejar a su hijo solo. El amor para él se ha extinguido, al igual que la esperanza. Las únicas emociones parecidas que puede llegar a aceptar, son carnales. Cree que la muerte de sus seres amados es su culpa y, por sobre todas las cosas, se cree débil y cobarde, aunque lo silencia para no perder la confianza que aparenta tener en sí mismo.

Su vida se ha vuelto una existencia vaga y monótona. Su cabeza no deja de trabajar y siempre anda pensando en cosas oscuras que lo amargan y lo encierran. A veces habla solo y comienza a sospechar, que su salud mental se ha ido apagando.

Un joven alto, que ronda el 1,88 cm. Esbelto y de espalda ancha, destaca por sus facciones marcadas que lo acabarían describiendo como un hombre atractivo. Posee ojos pequeños para su rostro, de un color celeste cristalino y atrayente, que combinan con su cabello castaño claro, corto y ondeado, siempre despeinado.

Familia:
Claude Mondcrieff:
Padre adoptivo. Vivía con él hasta los 17 años. Su relación siempre fue estrecha, hasta que éste falleció de cáncer cinco meses antes de la epidemia. Se dedicaba a la arquitectura.
Elisse Mondcrieff:
Madre adoptiva. Era veterinaria. Siempre fue un ejemplo de vida para Ray. Murió a mano de los caminantes poco después de que comience el ataque.
Jossie Hamilton:
La única mujer que alguna vez amó. Jossie y Ray iban juntos a todas partes; se conocían desde niños y eran compañeros de escuela. En plena adolescencia, ella quedó embarazada. Comenzaron una vida juntos y se mudaron a Australia. Falleció en medio de un ataque de caminantes en plena ruta.
Edmund Mondcrieff:
El hijo de Ray. Por él, renunció a toda su juventud, intentando darle una vida mejor. Hoy en día, tiene 10 años y es lo único que le queda.


Historia:
No se sabe exactamente quienes fueron sus padres biológicos, ya que Raymond siempre estuvo en un orfanato hasta que los buenos de Claude y Elisse Mondcrieff decidieron adoptarlo con tan solo un año de edad, ya que no podían tener hijos. Lo criaron en un ambiente familiar estable, en plena ciudad de Londres, dándole todos los gustos que eran capaces de dar. De esa manera creció algo malcriado, aunque adoptando valores de un buen y correcto ciudadano inglés.

Nunca se preocupó por saber quienes eran sus padres biológicos, ya que para él ellos no se habían preocupado nunca por él, y los Mondcrieff jamás le ocultaron que no eran sus verdaderos padres. La infancia de Ray fue tranquila, sin ningún hecho que marcase por completo toda su vida, hasta que conoció a Jossie Hamilton. Ella era una niña de clase acomodada que vivía en la casa de al lado, con la cual Ray, de en ese entonces once años, comenzó a compartir juegos y secretos. Con el tiempo, su amistad se transformó en amor del bueno y en plena adolescencia, comenzaron a salir.

En esos años en los cuales Ray se dedicaba a descubrir el mundo, pasar de fiesta en fiesta y descubrir el mundo de las drogas y el alcohol, Jossie quedó embarazada. Eran jóvenes, inexpertos y todavía se encontraban en el instituto, así que fue una noticia que ocultaron a sus padres hasta que no tuvieron otra opción que hablar. La primera alternativa fue el aborto, pero Jossie se negó por completo, de modo que meses después nació el niño, a quien llamaron Edmund.

Al salir del secundario, Raymond consiguió trabajos varios, entre los cuales se pueden contar algunos como lavaplatos y mesero, con tal de llevar algo de dinero a casa. En cuanto una tía de Jossie falleció en Australia, se mudaron a Sydney para cobrar herencia y se instalaron allí. Los años pasaron y Ray ingresó al cuerpo de policía, donde se encontraba ubicado al momento de estallar el desastre.

Poco después de la muerte de su padre a causa de una enfermedad y de que su madre se mudase con ellos, la noticia de los primeros caminantes les llegó por las noticias. Pudieron mantenerse a salvo unos pocos días, para luego ser obligados a dejar su hogar con un grupo de compañeros. La primera en fallecer en pleno ataque en el centro de Sydney, fue Elisse. Transtornado, Ray decidió que el grupo no había hecho nada por ayudarla y se llevó a su familia lejos. Duraron unos meses de aquel modo, de lado a lado, hasta que en plena ruta los alcanzó una nueva horda. Ray y Edmund pudieron salvarse, aunque Jossie quedó en el camino.

Si no fuese por su hijo, Raymond ya se hubiese dado por vencido. Oyó rumores de un grupo en pleno levantamiento, a los cuales llamaban Mercenarios, y partió en su búsqueda, creyendo que en medio de aquellos que buscaban mantenerse unidos para formar un nuevo mundo, encontraría un hogar para Ed. Al hallarlos, logró unirse a ellos y tomar el lugar de soldado. Actualmente, sigue allí, hundiéndose en la soledad de su miseria, rogando, alguna vez, encontrar un mundo mejor para su hijo.

Habilidades:
- La puntería con la ballesta y las armas de fuego.
- Su memoria. Le sirve perfectamente para trazar mapas en su cabeza.
- La labia. Nunca podrías dudar de su palabra, incluso aunque esté mintiendo sin piedad.

Enfermedades.
- Ausencias. Suele quedarse periodos pequeños de tiempo con la mente en blanco, sin notar que sucede alrededor.
- Daltonismo.

Bando: mercenarios

Estatus dentro del grupo: Soldado

Miedos:
- La muerte de Edmund.
- Saber que el mundo ya se ha acabado.
- Los lugares oscuros, cerrados y sin corrientes de aire.
- El océano.